Por: Rommel Andaluz Arrieche
Reflexiones en torno a las lecturas de la Misa (2018-02-01)
Jueves de la 4ta Semana del Tiempo Ordinario (Año par)
Yo emprendo el viaje de todos. ¡Animo, sé un hombre! Guarda las consignas del Señor tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la Ley de Moisés; para que tengas éxito en todas tus empresas dondequiera que vayas (1 Rey 2, 2-3).
Ser hombre es seguir al Señor, vivir conforme a Sus mandamientos, imitar Su vida aquí en la tierra, cuando se hizo Hombre por amor a nosotros y nos acompañó por más de 30 años.
Y el hombre, es decir el ser humano, existe en la realidad concreta[❶] como varón (sexo masculino) o como mujer (sexo femenino). Por tanto, todo cuanto se dice del hombre aplica para ambos sexos.
Qué poco hombres somos cuando nos alejamos de Él. Y pensar que con mucha frecuencia creemos engrandecernos cuando nos empeñamos en seguir nuestros caprichos, cuando escogemos la auto-afirmación vana y prepotente. Cada vez que procedemos así lo único que hacemos es abajarnos hasta el más profundo abismo: el de nuestra propia miseria, el de nuestra nada... Por eso, afirma el Salmo (1 Cro 29, 10-12), para dejárnoslo bien claro:
Tú eres Señor del universo...
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra.
Tú eres rey y soberano de todo;
de ti viene la riqueza y la gloria.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
¿Cuándo aprenderemos, Señor, que sólo Tú eres el dueño de todo y nosotros somos solamente tus siervos? Concédenos, Jesús, cumplir la misión que nos das en el Evangelio (Marcos 6, 7-13):
"los fue enviando de dos en dos... Ellos salieron a predicar la conversión..."
Partiendo de esa frase: "de dos en dos...", me gusta pensar en el matrimonio cristiano y en la participación de los esposos en la misión de la Iglesia, transmitiendo la Fe mediante el testimonio de una vida virtuosa, la práctica de las obras de misericordia, la oración, la recepción frecuente de los sacramentos y la predicación del Evangelio; todo ello no sólo dentro de su propia familia sino también con todas las personas que conocen y tratan en ese lugar del mundo en el que viven, sea en el campo, en una pequeña ciudad o en una metrópoli.
Que el Señor y la Santísima Virgen nos bendigan y acompañen siempre. Amén.
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[❶] No hay, pues, cabida para esa necedad contemporánea llamada Ideología de Género, que con toda razón puede ser llamada Dictadura de Género (por sus pretensiones totalitarias) o Idiotez de Género (por su insensatez tendenciosa, contraria a toda evidencia científica).
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