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Herramientas para Educar en las Virtudes - Parte 8 de 10

 

Herramientas para Educar en las Virtudes - Parte 8 de 10. Formación de los Sentimientos y La Virtud de la Ecuanimidad

 

Formación de los Sentimientos y La Virtud de la Ecuanimidad

 

Autoanálisis:

 

La afectividad

 

Lejos de ser apática emocionalmente, la persona madura posee una vida afectiva de gran vitalidad: un corazón grande. Sus sentimientos modelados -nobles- facilitan su querer, lo reafirman y lo acompañan: no sólo quiere el bien, sino que lo quiere "con todo el corazón". Es capaz de gozar, de sufrir, de superar los altibajos, de distinguir un estado de ánimo de una decisión voluntaria, de odiar el mal y de enfadarse cuando hay motivo. En definitiva, es dueña de sus sentimientos.

 

Formación de la afectividad

 

1. ¿Me conozco ya lo suficiente para que mi trabajo espiritual y humano tenga una línea constante y ascendente?

2. ¿Si hay algo en mi temperamento algún aspecto francamente malo, intento quitarlo en un momento? ¿ o lo voy trabajando perseverante y tenazmente?

3. ¿Mantengo equilibrio en mi carácter? ¿soy dado (a) a la fantasía o al orgullo, soy objetivo (a) ¿ Cuando me encuentro decaído (a) , o combato con amor y entusiasmo por mi ideal? ¿Busco sobre todo en los momentos de alteración el ser equilibrado?

4. ¿Vivo en constante vigilancia para que mi vida delante de Dios y de los demás sea pura y limpia? ¿Agradezco a Dios por la afectividad recibida por ello deseo orientarla y trabajarla para que me ayude en el camino a la madurez?¿Me irrito contra mi manera de sentir?

5. ¿Se aprovechar mi sensibilidad para ser más delicado (a) con Dios y con las necesidades de los demás?

6. ¿Cuál es mi actitud más frecuente ante los fracasos: echarlo todo a rodar? ¿desesperar de todo y de todos? ¿enojarme conmigo mismo (a)? ¿Comprender a los demás y ver objetivamente las circunstancias?

7. ¿Cuál es la causa frecuente de mis lamentaciones?¿ es deseo de que me compadezcan, que me consuelen? ¿es mi vanidad, para que me digan que voy bien? ¿es un hábito en la que siempre le doy vueltas a lo mío sin pensar en los demás?

8. ¿Actúo por principios? ¿Por ello procuro tenerlos claros y concretos? ¿Soy cobarde? ¿Dejado (a)?¿Vanidoso (a)?

 

Los sentimientos

 

Cada uno de nosotros tiene experiencia en la variabilidad de los estados de humor y de los sentimientos. Unos veces nos sentimos alegres y pareciera que quisiéramos estallar por dentro; somos comunicativos y capaces de hacer cualquier cosa. Otras, en cambio nos sentimos mortalmente tristes, desganados ante cualquier actividad, sin ánimos de entablar una conversación. Todo y todos nos molestan. Se duda de lo que ayer se amó. Hay irritación, susceptibilidad, ansia, angustia, depresión, indecisión y miedo al futuro.

 

Con esta simple descripción ya estamos hablando de la influencia que los estados de ánimo y los sentimientos ejercen en nuestro comportamiento. No es malo sentirlos, sino permitir que nuestra conducta se deje llevar por ellos. Y si esto nos sucede a nosotros, personas adultas y maduras, imagina lo que pasa por la cabeza y el corazón de tus alumnos y de tus hijos. Por eso nos conviene conocerlos muy bien, para poder educarlos mejor.

 

En primer lugar, vamos a ver la diferencia que existe entre estado de ánimo y sentimiento:

 

• Estado de ánimo: componente habitual de nuestro temperamento, por el cual tendemos naturalmente a la alegría o a la tristeza, al optimismo o al pesimismo. Son emociones variables que influyen en nosotros de manera permanente.

• Sentimientos: impresiones que nos influyen positiva o negativamente (un regaño nos hace sentirnos tristes; en cambio, ganar un concurso provoca sentimientos de alegría). Se considera un fenómeno psíquico de carácter subjetivo producido por diversas causas: estados anímicos pasajeros, estado físico, etc., que nos impresionan favorable o desfavorablemente.

 

Estas situaciones momentáneas no son casuales, dependen de factores:

 

De orden físico: algo tan simple como un día nublado o un día radiante, un amala digestión, una noche de insomnio, fatiga general o una alteración hormonal.

De orden psíquico: determinadas vivencias, el logro de un éxito, una noticia alegre o triste, etcétera.

De orden espiritual: corresponden a una simpatía afectiva o empatía con el bien y la virtud (gratitud, amistad, caridad, pureza, piedad…)

Situaciones externas: un día de fiesta, vacaciones etcétera.

 

Los sentimientos son reacciones personales puramente subjetivas. Puesto que e trata de reacciones, son ciegos, pasivos, irracionales, no siempre corresponden a nuestro verdadero bien. Es por ello que a veces será necesario encauzarlos, aunque ello signifique ir contra ellos.

 

Clasificación de los sentimientos

 

Grupo 1

 

Sentimientos nobles que orientan la personalidad hacia actitudes moralmente buenas: gratitud, sencillez, generosidad, docilidad, fidelidad, ilusión, bondad, aprecio; comprensión, paciencia.

 

Sentimientos innobles que orientan a la persona hacia actitudes moralmente malas: egoísmo, desprecio; antipatía, avaricia; envidia, rebeldía; resentimiento, venganza.

 

Grupo 2

 

Sentimientos estimulantes que alimentan ideales y mueven la acción hacia un fin positivo: alegría, valentía; felicidad, arrojo; optimismo, audacia; interés, capacidad.

 

Sentimientos depresivos que alimentan actitudes depresivas que inducen a la introversión: tristeza, melancolía; pesimismo, desilusión; amargura, cobardía; desazón, desasosiego.

 

Grupo 3

 

Sentimientos positivos proyectan hacia una actitud normal, segura: sinceridad, resignación; complacencia, desprendimiento; conformidad, satisfacción.

 

Sentimientos negativos que carecen de proyección y tienden al pesimismo: indiferencia, intolerancia; inconformidad, aridez.

 

Formación de los sentimientos

 

Es fácil caer en el peligro de dar a los sentimientos un papel central. Formar la sensibilidad o los sentimientos, significa procurar la integración de las facultades afectivas y emotivas bajo los fundamentos de la fe, de la razón, la voluntad y el amor sobrenatural. Estos acompañan todas nuestras vivencias y acciones, dándoles un particular matiz afectivo. Son en sí un don natural de Dios, que hay que saber trabajar y educar mediante la virtud de la ecuanimidad. Para formar los sentimientos contamos con dos armas fundamentales: la inteligencia y la voluntad, de las cuales ya hemos hablado. La inteligencia ilumina el camino de los sentimientos, mientras que la voluntad los dispone hacia el mayor bien a conseguir. Apoyar la formación de una persona sobre “lo que siento”, es exponerse a fracasar, a repetir la insensatez de aquel señor que edificó su casa sobre arena, y cuando llegaron el viento y la lluvia, se perdió todo.

 

¿Has visto alguna vez las veletas sobre la torre de las iglesias? Giran según la dirección del viento. Si nuestro comportamiento sigue el ritmo de nuestros sentimientos, podemos deducir fácilmente la incongruencia y volubilidad, la superficialidad y veleidad de nuestra vida. Cuando la veleta gira según la dirección del viento, la torre en que se apoya permanece estable y bien afianzada en tierra. Así debe ser nuestro comportamiento frente a la oscilación de los sentimientos.

 

La formación de los sentimientos no se trata de una labor represiva, sino de algo totalmente positivo; para ello es necesario:

 

• Orientarlos habitualmente hacia nuestro ideal, hacia nuestra meta; éste es el mejor medio para la formación de los sentimientos: poner cause a un torrente caudaloso para que produzca energía.

• Distinguir entre estados de ánimo, sentimientos y principios que han de guiar nuestro comportamiento. Los sentimientos NO pueden determinar la línea y el modo de comportarnos, pues hacerlo sería dejarse llevar por un factor voluble.

• Analizar y conocer los sentimientos propios, y ser conscientes de la influencia en nuestro propio comportamiento para aprender a manejarlos, fomentando los sentimientos positivos y rectificando los negativos.

• Educar la imaginación, ya que se convierte en “la loca de la casa”, como la llamaba Santa Teresa de Ávila, cuando está azuzada por el sentimentalismo o la pasión.

 

No es fácil ser jueces de nosotros mismos, mucho menos cuando estamos en el interior de esa bola de nieve que son los sentimientos; por eso conviene acudir a una persona que sepa orientarnos (director espiritual) para que nos ayude a conocernos, a trazar un plan de trabajo y encontrar en él un legítimo apoyo.

 

Como hemos dicho los sentimientos son un don de Dios, hay que cultivarlos, educarlos e integrarlos en la personalidad. Pero si son negativos, esto no debe apartarnos de nuestro camino y de nuestros principios. Cuando nos ayuden y vayan en la misma dirección bienvenidos sean; cuando no, hay que seguir caminando sin ellos, por la senda de la fe y la razón.Tras las nubes sigue fijo y brillante el sol.

 

Señales de peligro

 

• El sentimentalismo es el enemigo número uno de toda formación sólida y constante

• La vida agitada de hoy, la preocupación por el dinero, por la propia imagen, llevan a la acumulación de tensión que se refleja en el exterior.

• Invertir el orden de los valores: cuando ponemos en primer lugar la imagen, en segundo las cosas que tengo que hacer y tercero a Dios y los valores espirituales.

• El aburrimiento y la tristeza que llegan cuando tenemos que hacer las cosas sin meter el corazón y una razón de peso.

• Egoísmo que nos coloca siempre en primer lugar, nos hace tercos y a veces agresivos con los demás.

• Dejarnos llevar por nuestros gustos y caprichos

• La falta de generosidad que nos encierra en nosotros mismos y provocan estados de ánimo negativos.

• Conformarse al pensar “yo soy así y que así me quieran”.

• Inmadurez: llorar y enojarnos por todo, sentirnos ofendidos por todo y por todos.

• Falta de ideales de vida: no tener un ideal, una meta, un objetivo de vida.

 

Aunque este curso trata de cómo educar a tus alumnos e hijos, a lo largo de las sesiones te habrás dado cuenta de que primero debes formarte a ti mismo, quizá este sea uno de los campos en los que más tendrás que trabajar. Por ello esta parte va dedicada a ti. Después podrás aplicarla más fácilmente a tus alumnos.

 

Virtud de la Ecuanimidad

 

La ecuanimidad consiste en mantenerse de manera habitual con un estado de ánimo sereno, equilibrado entre la alegría y la tristeza.

 

Cuando dejamos a los hijos y a los alumnos reaccionar dando rienda suelta a los sentimientos, propiciamos que su vida se haga caprichosa. Es necesario formarlos adecuadamente, llevándolos a buscar el bien y el servicio a los demás. Te preguntarás ¿qué puedo hacer?, ¿cómo comportarme frente a mis estados de ánimo? ¿cómo controlo los estados de ánimo y sentimientos de mis alumnos e hijos si soy yo la primera persona que me dejo llevar por ellos?

 

Medios para formar la ecuanimidad

 

Conocerme: ¿cuál es mi estado de ánimo habitual? ¿Estoy normalmente triste o alegre, pesimista u optimista? ¿Cuáles son mis estados de ánimo y mis sentimientos más frecuentes? ¿Influyen en mi comportamiento estas variaciones de humor? No podemos olvidar que por la diferencia de sexo (hombre o mujer) se reacciona, se piensa, se siente de manera diferente.

Aceptarme: a mí mismo tal como soy, con mi carácter, con mi situación familiar y personal. Aceptar mis límites y mis equivocaciones con humildad, mis dones, cualidades y virtudes con sencillez, sabiendo que son un don de Dios, que Él sabe cómo soy y así me ama, buscando siempre que sea mejor cada día.

Superarme: consiste en cumplir con mi deber en cada momento, y no según lo que siento o tengo ganas de hacer. Vivir así me ayudará a cumplir con lo que debo sin importar si el estado de ánimo es positivo o negativo.

 

La ecuanimidad nos ayuda a superar los sofismas de creer que todo va bien cuando “nos sentimos bien” y que todo va de cabeza cuando “no sentimos nada”, cumplimos los deberes cuando el sentimiento positivos nos acompaña y lo abandonamos cuando nos invaden los sentimientos negativos.

 

La virtud de la ecuanimidad requiere paciencia, sinceridad con uno mismo, tenacidad, voluntad y método. Produce en nosotros estabilidad. Esta estabilidad es la mejor base, la roca firme para levantar con seguridad el edificio de nuestra personalidad.

 

Claves para lograr el éxito en esta virtud

 

• Conocer cuáles son nuestros estados de ánimo más frecuentes.

• Hacer nuestras labores con responsabilidad cuando hay que hacerlas sin preguntarnos si tenemos ganas o no, si nos gustan o no.

• Dialogar y opinar nuestro punto de vista con serenidad, sobre todo cuando algo nos disgusta.

• Ser siempre respetuosos en nuestras respuestas a los demás, controlando las reacciones de enojo, desagrado, etcétera.

• Vivir con espíritu positivo. Darle a cada problema una solución

• Sonreír siempre

• Salir de uno mismo: primero los demás y después yo.

 

Cómo formar a los alumnos e hijos

 

• Dedicar tiempo a explicar que cosa son los sentimientos y enseñarle a ponerle nombre a lo que sienten: estoy nervioso, me siento ansioso, rebelde; estoy alegre, optimista; siento compasión o cobardía…

• Hacerle ver en qué situaciones reacciona de una manera determinada ( positiva o negativamente) y que lo acepte

• Aprovechar los sentimientos positivos: siente compasión por una persona que encuentra en la calle, hacer que exprese el sentimiento con una acción de bien por esa persona o por otra que se encuentre en la misma situación.

• Encauzar los sentimientos negativos: siente desprecio, recordarle que existen cosas que merecen el desprecio en nuestra vida como el pecado, el mal, la injusticia, la mentira… Es decir subir al ideal.

• No manifestar delante de ellos tus estados de ánimo negativos.

• Nunca discutir delante de ellos

• Enseñarles a ceder ante los demás y a trabajar en equipo, aceptando los puntos de vista de los otros

• Seguir un horario diario independientemente de los estados de ánimo circulantes.

• Que actúen por el ideal que se han propuesto, no por lo que sienten en ese momento

• Ante un sentimiento negativo que pongan por delante los principios y motivaciones que dan sentido a la vida.

 

Lectura

 

Lee con tus alumnos el siguiente cuento. Coméntalo tratando de que sean ellos mismos quienes saquen las conclusiones, que comenten los sentimientos de una persona que no está contenta consigo misma ni con las circunstancias de la vida y los sentimientos de una persona que se siente feliz…

 

Nota: puedes buscar otra lectura más adaptada a la edad del alumno.

 

Cómo curar el egoísmo

 

Había un hombre rico, pero egoísta. Un día fue a ver a un viejo amigo y le preguntó cómo podía aliviarse de la tristeza y de las preocupaciones.

El amigo lo escuchó, luego lo llevó frente a un espejo, y le preguntó: ¿qué es lo que ves allí?

Me estoy viendo a mí mismo.

Lo llevó frente a una ventana abierta, y le preguntó: Y ahora , ¿qué ves?

Veo la calle y mucha gente atareada

El amigo concluyó: De aquí en adelante ya no pierdas tiempo frente al espejo, pensando en ti mismo; mira por la ventana, fíjate en los demás y volverás a ser feliz (Zanuso, Hermeregildo. Op. Cit., p.6).

 

Propósitos

 

Te presentamos unos propósitos que pueden apoyar en la formación de esta virtud:

 

Primera semana: Seré positivo en todos mis pensamientos y actitudes, sin quejarme de nada.

Segunda semana: cuando sienta antipatía por algún compañero, lo trataré con más caridad, venciendo mis sentimientos negativos y dando pie a los positivos.

Tercera semana: mantendré una sonrisa a pesar de cómo me pueda sentir física o emocionalmente en ese momento.

Cuarta semana: daré a Dios el primer lugar en mi vida, siendo fiel a lo que él me vaya pidiendo, sin que me importe lo que yo quiera o sienta.

 

Artículo tomado y adaptado de Catholic.net. El original puede ser visto aquí. Copyright © Catholic.net Inc.

 

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