Para exponer la importancia del matrimonio para el bien común, este libro recurre a las últimas investigaciones en el campo de las ciencias sociales sobre las consecuencias del monoparentalismo y la cohabitación sobre los hijos.
W. Bradford Wilcox*
La institución del matrimonio está en apuros, especialmente en la Europa septentrional y occidental. Durante los últimos cuarenta años, el número de matrimonios ha caído en picado, la natalidad fuera del matrimonio y el divorcio han aumentado, y la cohabitación se ha puesto de moda en gran parte del continente europeo. En otras palabras, las es europeas no gozan de buena salud.
Las manifestaciones colectivas de lo que el demógrafo belga Ron Lesthaeghe ha denominado la “segunda transición demográfica” son evidentes en toda Europa1. Entre 1960 y 2003, el número de matrimonios ha caído más de un 40% en países como Austria, Francia, Alemania e Italia. Entre 1960 y 2000, el número de divorcios se dobló en países tan diversos como Austria, Francia, Alemania, Países Bajos y Suecia. La natalidad fuera del matrimonio aumentó más de un 500% entre 1960 y 2002 en Italia, Francia, Países Bajos, España, Suecia y Reino Unido. De hecho, en Escandinavia, en gran medida debido a la popularidad de la cohabitación, más del 40% de niños nace fuera del matrimonio. De este modo, en buena parte de Europa, aunque en menor medida en el sur y el este del continente, el matrimonio ha dejado de ser la principal institución que consolida la vida adulta y guía la natalidad y la educación de los niños.
¿Por qué preocuparse en España, y, en general, en la Unión Europea,de que los europeos abandonen el matrimonio? Muchos expertos europeos no consideran que la desinstitucionalización del matrimonio sea un problema. Los sociólogos alemanes Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, por ejemplo, consideran que la desestabilización de la vida familiar en Europa es algo positivo, que prepara a los niños para las dificultades de la vida adulta en la modernidad reciente.
Este libro defiende que la desestabilización del matrimonio supone una grave amenaza para el bienestar de las sociedades europeas, especialmente para sus miembros más vulnerables: los niños. Las comunidades, los adultos, y especialmente los niños, pagan un precio muy alto cuando el matrimonio deja de ser la institución central que guía el nacimiento y la educación de los niños. La pobreza, la delincuencia, la depresión y el suicidio son sólo algunas de las consecuencias del debilitamiento de la institución matrimonial.
Para exponer la importancia del matrimonio para el bien común, este libro recurre a las últimas investigaciones en el campo de las ciencias sociales sobre las consecuencias del monoparentalismo y la cohabitación en niños estadounidenses. A lo largo de los últimos treinta años, sociólogos, psicólogos y economistas estadounidenses han examinado las consecuencias en niños y familias del abandono del matrimonio.
Aunque ningún estudio por sí solo ha sido concluyente, se ha reunido un conjunto abrumador de pruebas científicas sociales queseñalan que los niños tienen más posibilidades de prosperar cuando crecen en una familia unida y casada. Como concluyó un análisis reciente publicado por Child Trends, una organización líder en investigación sobre el bienestar infantil en Estados Unidos: «Las investigaciones demuestran claramente que los niños dan importancia a la estructura familiar, y la estructura familiar que más ayuda a los niños es una familia encabezada por dos padres biológicos que comparten un matrimonio poco conflictivo».
La investigación social sobre las consecuencias que el abandono del matrimonio en Europa tiene en los niños no está tan avanzada como en Estados Unidos. Aun así, las investigaciones con niños europeos hacen pensar que sufren de manera muy similar por el abandono del matrimonio. Paso ahora a resumir muy brevemente los razonamientos del libro, relacionándolos con estudios existentes sobre la vida familiar europea y dando algunas razones de la importancia del matrimonio para los niños y familias de Europa y, de hecho, para todo Occidente.
Como se demuestra en este libro, los niños en situaciones monoparentales tienen el doble de posibilidades de sufrir graves problemas de comportamiento o emocionales si los comparamos con niños de familias unidas y con padres casados. En un resumen reciente sobre estructura familiar y bienestar infantil, el sociólogo estadounidense Paul Amato escribe: «En comparación con los niños que crecen en una familia estable con padre y madre, los niños que nacen fuera del matrimonio llegan a ser adultos con menos formación, tienen menores ingresos, tienen una peor situación profesional y más posibilidades de estar desocupados (es decir, sin empleo ni estudios en curso), es más probable que las hijas tengan un hijo fuera del matrimonio, que experimenten matrimonios más problemáticos, un mayor número de divorcios y presenten más síntomas de depresión».
Un estudio reciente en Estados Unidos descubrió que los adolescentes que viven sólo con su madre tienen el doble de probabilidades que los que viven en una familia casada –con padre y madre– de probar drogas ilegales, y que los adolescentes que sólo viven con su padretienen el triple de probabilidades7. La investigación también señala que es mucho más probable que los adolescentes que crecen en situaciones monoparentales se vean envueltos en comportamientos delictivos, en comparación con los adolescentes en familias unidas y con padres casados.
De hecho, un estudio ha descubierto que los chicos que se educan en situaciones monoparentales tienen el doble de probabilidades de cometer un delito que los lleve a la cárcel antes de los treinta y pocos años. Todos estos estudios toman en consideración factores como los ingresos y la formación de los padres. De no hacerlo así, las conclusiones sobre la relación entre estructura familiar y las consecuencias afectivas y de comportamiento en los niños, podrían estar distorsionadas.
Como se señala en este libro, investigaciones científicas sociales en Estados Unidos señalan que es más probable que se desatienda o se abuse de los niños cuando crecen en un ambiente monoparental que si lo hacen en una familia unida y casada. En relación a la desatención, los estudios descubren que es más probable que los niños en situaciones monoparentales estén mal atendidos, no reciban suficiente supervisión paterna y estén desnutridos, en comparación con los niños en familias biparentales. Incluso tras verificar factores que aumentan el riesgo de abuso, los estudios señalan que es más probable que se abuse física y sexualmente de los niños cuando crecen en ambientes monoparentales.
Por ejemplo, como señala este libro, un estudio descubrió que el 7% de los niños con un solo padre habían sufrido abusos sexuales, frente al 4% de niños que viven en un hogar encabezado por padres biológicos casados.
Los numerosos libros publicados en Estados Unidos sobre estructura familiar señalan una conclusión clara: a los niños que crecen en familias unidas y casadas les va mucho mejor en una serie de aspectos de conducta, sociales y afectivos que a los que crecen en situaciones monoparentales. ¿Pero podemos aplicar estos hallazgos al contexto europeo? Es posible que, por ejemplo, las generosas políticas de bienestar de países como Suecia y Noruega contrarresten o reduzcan las consecuencias sociales, afectivas y económicas del monoparentalismo.
De hecho, las investigaciones señalan que las consecuencias económicas del monoparentalismo se reducen en países donde el estado del bienestar ofrece mayor protección, como Suecia o Noruega, en los que es improbable que las madres solas se vean en la pobreza. Pero el precio social y afectivo del divorcio y el monoparentalismo parece ser el mismo para los niños europeos que para los estadounidenses. Por ejemplo, un estudio realizado con toda la población infantil de Suecia descubrió que los chicos educados en hogares monoparentales tenían un 50% más de probabilidades de morir por una serie de causas (accidentes, suicidios o adicciones) que aquellos que habían sido educados en hogares biparentales.
El mismo estudio descubrió que los niños educados en hogares monoparentales tenían el doble de probabilidades de intentar suicidarse, abusar de alguna sustancia o caer en la depresión que los que habían pasado su infancia en familias uiparentales. Otro estudio no encontró ninguna diferencia en el modo en que el monoparentalismo influye negativamente en los resultados escolares de los niños de Suecia y Estados Unidos.
Los estudios sobre el divorcio llegan a conclusiones parecidas. Un estudio sobre las consecuencias del divorcio en niños noruegos descubrió que los niños que habían sufrido el divorcio de sus padres tenían muchas más probabilidades de tomar drogas ilegales, verse envueltos en comportamientos violentos, ser sancionados por mal comportamiento y tener un pobre rendimiento en el colegio, en comparación con los niños con padres no divorciados. El mismo estudio descubrió que las consecuencias del divorcio en los niños noruegos eran parecidas a las experimentadas por los niños estadounidenses, a pesar de que Noruega cuenta con un estado de bienestar mucho más generoso que el de Estados Unidos. Los psicólogos noruegos Kyrre Breivick y Dan Olweus escriben: «Nuestros hallazgos señalan que la asociación negativa entre el divorcio y varios problemas de comportamiento son parecidos en líneas generales en Noruega y Estados Unidos».
Un estudio en Reino Unido descubrió que los niños que habían experimentado el divorcio de sus padres tenían muchas más posibilidades de sufrir de adultos problemas afectivos como el divorcio, la ansiedad y las obsesiones, en comparación con los niños cuyos padres no se habían divorciado, incluso tras comprobar los problemas psicológicos de los niños antes del divorcio.
¿Cuáles son las causas de que contar con dos padres en lugar de uno sea ventajoso para el bienestar infantil? Numerosas investigaciones aportan una serie de explicaciones de por qué se asocia la estructura familiar al bienestar infantil, pero aquí me centro en tres explicaciones básicas: las relaciones sociales, el apoyo social y afectivo y la supervisión de un co-progenitor, y la calidad de la vida familiar.
En primer lugar, los niños educados por padres casados han tenido tradicionalmente acceso a dos ambientes familiares, sociales y profesionales, mientras que los niños educados por un solo progenitor sólo han tenido acceso a uno de esos ambientes16. Por tanto, los niños educados por dos progenitores, al contrario de los educados por uno solo, tienen más posibilidades de recurrir al apoyo material y afectivo de dos parejas de abuelos, así como a los contactos sociales y profesionales de un padre y una madre.
En segundo lugar, los padres suelen apoyarse y supervisarse mutuamente al compartir la vida familiar. Así pues, si un padre observa que la madre del niño está agotada tras un largo día de trabajo fuera de casa y cuidando de los niños, puede ofrecerse a relevar a su mujer. De igual manera, si una mujer ve que su marido se enfada al tratar de imponer la disciplina, puede pedirle que se retire y le deje manejar la situación.
De este modo, dos padres pueden unir sus fuerzas para mejorar la labor educativa de ambos, mientras que es más probable que un solo progenitor se vea superado por el reto de educar a un niño.
Por último, y en gran medida por el mayor apoyo afectivo y social de la otra parte y de familiares y amigos, los padres casados son más cariñosos y están más comprometidos con sus hijos, y también es menos probable que incurran en comportamientos abusivos. Además, es más probable que supervisen las actividades y amistades de sus hijos, en comparación con lo que pudiera hacer un solo progenitor. No resulta extraño, como señala este libro, que los niños presenten una mejor relación con padres casados que con un solo progenitor.
¿Y qué pasa con las parejas en cohabitación o de hecho? ¿Podría un hogar encabezado por una pareja de hecho educar tan bien a un niño como una pareja casada? Para responder a esta pregunta, este libro resume las investigaciones sobre cohabitación y bienestar infantil llevadas a cabo hasta ahora en Estados Unidos. A pesar de estar menos avanzadas que la investigación sobre las consecuencias del monoparentalismo, estas investigaciones parecen señalar que la respuesta es que no. Lo que se ha escrito en Estados Unidos sobre cohabitación y bienestar infantil señala que los niños educados por una pareja de hecho tienen menos posibilidades de prosperar que los niños educados en una familia casada.
Distintos estudios sobre el comportamiento emocional y educacional infantil han encontrado diferencias claras entre las familias formadas por matrimonios o por parejas en cohabitación. Por ejemplo, un estudio descubrió que los adolescentes procedentes de parejas en cohabitación tenían muchas más probabilidades de verse involucrados en comportamientos delictivos que los procedentes de matrimonios unidos. Otro estudio descubrió que los adolescentes procedentes de parejas en cohabitación tenían más probabilidades de tener problemas afectivos y de comportamiento que los niños educados por matrimonios unidos. En comparación con los hijos de matrimonios, los niños de parejas de hecho tienen más tendencia a que los expulsen temporal o definitivamente del colegio, así como de tener un rendimiento escolar pobre y de tener dificultades en la relación con compañeros y profesores.
Estos estudios confirman una serie de factores socio-económicos, pero en cualquier caso está demostrado que a los niños de parejas que cohabitan les va peor que a los niños de familias casadas.
Por supuesto, una de las razones de que los niños de parejas en cohabitación en Estados Unidos lo pasen bastante peor que los de matrimonios unidos es que a menudo estos niños no comparten una relación biológica con uno de los progenitores, generalmente el padre. Por tanto, la asociación entre cohabitación y resultados negativos para los niños quizá sea producto de las diferencias en las relaciones biológicas, en lugar de fruto del estado civil. Ésta sería una hipótesis válida, de no ser por los descubrimientos logrados por nuevos y rigurosos estudios que han abordado este tema.
Pensemos en un estudio reciente de las sociólogas estadounidenses Wendy Manning y Kathleen Lamb, en el que se hace una comparación entre niños en familias reconstituidas en matrimonio y otros que viven con parejas en cohabitación. En ambos casos, los niños sólo comparten relación biológica con uno de sus padres. Este estudio ha descubierto que los niños de parejas en cohabitación tienen muchas más posibilidades de verse involucrados en actos delictivos que aquellos de familias reconstituidas en matrimonio. La relación entre delincuencia y estado civil se mantuvo después de un análisis del nivel socio-económico de los padres, de la relación paterno-filial y de la inestabilidad familiar, como el número de compañeros que la madre haya tenido anteriormente. De igual manera, otros estudios señalan que los padrastros casados se involucran más con sus hijos que aquellos que cohabitan con la madre. Por tanto, estos estudios sugieren que los niños siguen estando mejor con familias encabezadas por un matrimonio, incluso aunque no estén relacionados biológicamente con uno de los padres.
Algunos la ven como un paso antes del matrimonio; otros, como una alternativa a éste; otros, como una forma barata de estar juntos, y otros como una prueba de compatibilidad. El menor nivel de compromiso asociado a la cohabitación, y lo confuso de la situación y la dirección de la relación, suponen un menor apoyo material y social de los padres y otros parientes de la madre en cohabitación que el que reciben las parejas casadas.
La falta de compromiso legal, de claridad en la relación y de apoyo social a la cohabitación, son otros factores que explican por qué las relaciones de cohabitación son mucho menos estables que las relaciones matrimoniales. Como señala este libro, un estudio en Estados Unidos descubrió que hay un riesgo del 15% de que el hijo de una pareja casada sufra la separación de sus padres durante sus primeros cinco años de vida. La cifra se eleva al 50% cuando hablamos del hijo de una pareja en cohabitación. Otro estudio estadounidense descubrió que al menos tres cuartas partes de los niños que nacen de una pareja en cohabitación vivirán la separación de sus padres antes de cumplir los 16 años. Por el contrario, una gran mayoría de los niños que nacen de un matrimonio en Estados Unidos pasarán toda su infancia junto a sus dos padres en una familia unida.
¿Pero podemos generalizar y considerar válidos estos estudios en Estados Unidos para la experiencia de cohabitación en Europa? Los expertos aún desconocen si los hijos de parejas en cohabitación en Europa sufren más que los hijos de parejas casadas. Sin embargo, los conocimientos sobre la familia europea señalan que los niños educados en parejas de hecho sufren mayor inestabilidad que aquellos que han sido educados por un matrimonio. Una reciente encuesta en países occidentales (con una amplia representación europea), llevada a cabo por el demógrafo Patrick Heuveline, descubrió que «en la mayoría de países, los hijos de padres en cohabitación tienen entre el doble y cuatro veces más de probabilidades de ver cómo se separan sus padres que los hijos de parejas casadas en el momento de nacer ellos». En algunos países existe una inestabilidad de la cohabitación aún mayor.
En España, por ejemplo, los hijos de parejas en cohabitación tienen seis veces más posibilidades de ver cómo se separan sus padres que aquellos cuyos padres están casados.
Ya que la inestabilidad familiar está muy asociada a problemas de comportamiento, académicos y afectivos de los niños, estas tendencias demográficas sugieren que los niños europeos que crecen en situaciones de cohabitación tienen más posibilidades de que les hagan daño que aquellos que crecen en familias casadas34. De hecho, la inestabilidad no sólo es perjudicial porque impide a los niños desarrollar y conservar vínculos afectivos estables con uno o dos cuidadores, sino también porque les pone en peligro, como señala este libro.
Concretamente, los niños que viven en ambientes de alto nivel de inestabilidad tienen más probabilidad de desatención y de abuso físico o sexual, al menos por tres razones. En primer lugar, estos niños suelen buscar atención y apoyo afectivo en adultos ajenos a la familia, lo que los hace más vulnerables a los depredadores sexuales. En segundo lugar, la inestabilidad suele acarrear la presencia en casa de adultos ajenos a la familia, que tienen más posibilidades de abusar física o sexualmente de los niños. Por último, el aspecto más importante: el cuidador principal está a menudo distraído (por razones amorosas o de otro tipo) por la pérdida de una pareja, una ruptura sentimental o la búsqueda de una nueva pareja. Por ejemplo, un estudio reciente, llevado a cabo en Missouri, sobre la mortalidad infantil, descubrió que el riesgo de mortalidad de los niños en edad preescolar se multiplica por cincuenta cuando hablamos de niños educados en situaciones de cohabitación, principalmente por la exposición a la presencia de un hombre adulto ajeno a la familia.
Pero incluso si no existen pruebas definitivas de que los niños europeos en situaciones de cohabitación lo pasen peor, hay pruebas convincentes de que el aumento de la cohabitación va a ocasionar un incremento de los casos de monoparentalismo en países del continente europeo. Algunos expertos europeos en temas familiares han restado importancia al reciente aumento de la natalidad fuera del matrimonio, porque daban por hecho que las parejas en cohabitación ocuparían el lugar de las parejas casadas, ofreciendo un hogar estable y biparental a los niños. Pero la investigación de Heuveline y sus colegas sobre las tendencias demográficas indican que tanto el aumento de la natalidad fuera del matrimonio como el del porcentaje de niños que nacen en es en cohabitación está asociado con el aumento de casos en que las madres tienen que educar solas a sus hijos, principalmente por la mayor inestabilidad de las es en cohabitación. «Si bien los niños que no viven con sus padres biológicos, casados, podrían en principio vivir con otras familias formadas por dos adultos, la mayoría no lo hace, o sólo lo hace temporalmente», comenta Heuveline et al.38. Por decirlo de otro modo, «quizá la única tendencia general en Occidente sea que la educación de los niños está pasando de las manos de padres casados a las de madres solteras, más que a las de padres en cohabitación, familias reconstituidas o padres solteros».
Así pues, aunque aún no haya una opinión clara sobre las consecuencias que puede tener para un niño en particular el ser educado por padres en cohabitación en lugar de por un matrimonio, las consecuencias generales sobre el entorno del aumento de la cohabitación en el continente parecen negativas. Y es que el incremento de la cohabitación en Europa parece llevar ineludiblemente a un aumento del monoparentalismo, y, como hemos visto, un creciente número de estudios han descubierto ya que el monoparentalismo supone una amenaza para el bienestar infantil en sociedades europeas como Noruega, Suecia y Reino Unido.
Durante los últimos cuarenta años, el matrimonio ha perdido mucho terreno como institución principal de la natalidad y la educación de los niños en Europa, especialmente en el norte y oeste del continente. Son muchas las causas del abandono del matrimonio en Europa –la secularización, un nivel económico sin recedentes, los cambios en la legislación fiscal y de familia (que han minado la posición única del matrimonio), el individualismo, el igualitarismo entre sexos–, y así sucesivamente, y algunos expertos consideran que las fuerzas culturales, económicas y políticas que se han aliado contra el matrimonio son tan poderosas que hacen de toda resistencia un esfuerzo vano. Desde su punto de vista, el matrimonio en Europa (y de hecho en Occidente) no tiene futuro como la principal institución de afianzamiento de la vida adulta y como contexto ideal para la reproducción biológica y social de las generaciones futuras en el continente europeo.
Espero que se equivoquen. Después de todo, este libro demuestra que una cultura matrimonial fuerte y saludable es indispensable para el bienestar social, económico y psicológico de las comunidades, de los adultos y, especialmente, de los niños. Si los ciudadanos europeos, las instituciones cívicas y los gobiernos desean legar a la posteridad una sociedad humana y ordenada, tienen que pensar con creatividad y actuar con rapidez para fortalecer la institución del matrimonio.
Porque, como se demuestra en este libro, el futuro de la Unión Europea depende en gran medida de la calidad y estabilidad de las es europeas entre las madres y los padres de las generaciones futuras.
1. El matrimonio facilita las relaciones de padre y madre con sus hijos.
2. Cohabitación (o Convivencia) no es igual a matrimonio.
3. Los hijos educados fuera del matrimonio son más proclives a divorciarse o convertirse en padres solteros.
4. El matrimonio es una institución prácticamente universal.
5. El compromiso matrimonial mejora la calidad de las relaciones de la pareja y de ésta con los hijos.
6. El matrimonio tiene importantes consecuencias biológicas para niños y adultos.
7. El divorcio y los nacimientos fuera del matrimonio incrementan el riesgo de pobreza tanto para los hijos como para sus madres.
8. Las parejas casadas son más solventes que las parejas de hecho o las familias monoparentales.
9. El matrimonio reduce la pobreza y las carencias materiales de las mujeres menos privilegiadas y de sus hijos.
10. Las minorías étnicas también se benefician del matrimonio.
11. Los hombres casados ganan más dinero que los solteros con formación y perfiles profesionales semejantes.
12. El divorcio (o el no llegar a casarse) incrementa el riesgo de fracaso escolar en los hijos.
13. El divorcio reduce la probabilidad de los hijos de conseguir un título universitario y trabajos de alto reconocimiento.
14. Los niños que viven con sus propios padres gozan de mejor salud física y de una mayor esperanza de vida que los que viven en otros entornos.
15. Los hijos de matrimonios tienen un riesgo de mortalidad infantil mucho menor.
16. Adultos y adolescentes abusan menos del alcohol y de otras drogas dentro del marco matrimonial.
17. Las personas casadas, especialmente los hombres, tienen una mayor esperanza de vida.
18. El matrimonio supone una mejor salud, y menos lesiones y discapacidades, tanto para hombres como para mujeres.
19. El matrimonio conlleva una mejor salud entre minorías y grupos sociales desfavorecidos.
20. Los hijos de padres divorciados sufren más ansiedad psicológica y más enfermedades psíquicas.
21. El divorcio parece incrementar el riesgo de suicidio.
22. Las madres casadas sufren menos depresiones que las solteras o las que forman parejas de hecho.
Delito y violencia doméstica
23. Los varones educados en familias monoparentales tienen más tendencia a caer en comportamientos delictivos.
24. El matrimonio reduce el riesgo de que los adultos se conviertan en agentes o víctimas del delito.
25. Las mujeres casadas son menos víctimas de la violencia doméstica que las solteras con pareja.
26. Los niños que no viven con sus dos padres biológicos tienen mayor riesgo de sufrir malos tratos.
Para leer el libro completo visite este enlace.
Artículo tomado y adaptado de Catholic.net. El original puede ser visto aquí. Copyright © Catholic.net Inc.
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