Por: Rommel Andaluz Arrieche
Un reto es “un objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta” (1). Dicho de otra manera, es una situación difícil o peligrosa frente a la cual hay que proponer salidas o soluciones.
Ahora bien, para considerar cuál es el reto más importante que enfrenta la familia en la actualidad es necesario exponer antes brevemente: a) lo que la familia es; y b) el estado actual de la familia. De esta manera podremos identificar las dificultades, peligros o amenazas que enfrenta la familia en la actualidad y, con ello, estaremos en capacidad de plantear las posibles salidas o soluciones que la familia debe acometer frente a tales dificultades o peligros que la amenazan.
La familia surge a partir de y se apoya siempre en el sólido y estable fundamento del matrimonio, por ello constituye “un bien humano fundamental del que dependen la identidad y el futuro de las personas y las comunidades sociales” (2, 3).
Desde la aparición del hombre sobre la tierra “la familia ha constituido el lugar natural de encuentro entre las generaciones convirtiéndose en una fuente indispensable de educación y creación de cultura. Las necesidades fundamentales de afecto y valoración encuentran en ella una respuesta que configura a la persona y la prepara para su crecimiento en la sociedad”. Por ello se dice con toda razón que la familia es “la célula básica de la sociedad” (2).
“La familia es el primer ámbito de humanización, la primera escuela de la persona en cuanto persona. En ella se establecen las relaciones fundamentales que sirven de modelo último de relación y de crecimiento de la sociedad” (2). En efecto, la familia es el ámbito en el que la persona es siempre valorada plenamente por ser quien es y no por lo que tiene o por lo puede dar a los demás.
De hecho, en la familia se dedica mayor tiempo, se atiende y se cuida de manera especial justamente a sus quienes son sus miembros más débiles y vulnerables, es decir a quienes “menos tienen” y “menos pueden aportar”: los bebitos, los ancianos y los enfermos más graves. Por esta razón, la familia está llamada desde sus orígenes a desempeñar un auténtico servicio a la vida (3).
En resumen, afirmamos con la Familiaris Consortio que los cuatro cometidos generales de la familia son:
Al ver con detenimiento la situación mundial actual nos percatamos rápidamente que la familia ha sido la institución que más ha sufrido “la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura” (3). De hecho, “la institución familiar sufre una crisis que es consecuencia de la crisis de las personas. A su vez la crisis familiar origina las crisis personales selladas en buena parte por la ausencia de sentido. Esta crisis se manifiesta en fenómenos identificables tanto en la vida cotidiana como en las políticas internacionales sobre familia” (2).
Entre estos fenómenos identificables, destacan especialmente (2):
Habiendo considerado brevemente lo que la familia es y su estado actual, salta a la vista que la principal tarea que se tiene por delante es actuar -o sea, poner por obra- aquel llamado hecho por San Juan Pablo II en la Familiaris Consortio: “¡Familia, sé lo que eres!”. No se trata, pues, de inventarnos soluciones novedosas sino más bien apuntar a que la familia se remonte “al principio del gesto creador de Dios” si es que de verdad quiere “conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica”.
Dado que “la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor..., recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (3). Aunque este es el núcleo del reto que la familia enfrenta en la actualidad, explicitemos un poco más las cosas.
Dado que con la presente propuesta no se pretende abarcar detalladamente cómo hacer frente a cada una de las dificultades que la familia tiene en el presente, haremos una clasificación general bastante sencilla y breve considerando de dónde provienen esos peligros. Desde este punto de vista es posible reconocer dos tipos:
Internos: aquellos que encontramos dentro de la misma familia, en sus propios miembros, especialmente en los esposos que son quienes hacen cabeza.
Externos: aquellos que vienen de fuera, es decir de la sociedad, la cultura, las leyes y los entes gubernamentales.
Como afirmábamos líneas arriba, es uno solo el núcleo del reto: “¡Familia, sé lo que eres!”. Sin embargo, son dos los orígenes de los peligros: internos y externos. Veamos, pues, brevemente cómo es que ese único núcleo proporciona una respuesta satisfactoria a cada tipo de peligro.
Frente a los peligros Internos, ese “sé lo que eres” implica redescubrir, recuperar y mantener el sentido originario y auténtico de la familia según plan de Dios.
Redescubrir: mediante el entendimiento (Inteligencia), es decir conociendo la verdad acerca de la persona humana y la familia. Esto será posible mediante la adquisición de una adecuada formación humana y cristiana: recibiendo catequesis, leyendo con frecuencia la Palabra de Dios, estudiando con profundidad el catecismo y los documentos magisteriales en torno a la familia, y manteniendo una actitud reflexiva y orante frente a estos temas.
Recuperar: mediante la decisión (Voluntad), es decir moviéndose a la puesta en práctica, a la vivencia, de aquello que se ha redescubierto. Para ello será necesario el reconocimiento sincero de los propios errores y el firme deseo de rectificación frente a ellos, apoyándose siempre en la gracia de Dios (Confesión sacramental y Eucaristía).
Mantener: mediante la fortaleza, paciencia y perseverancia (Virtudes) en el camino comenzado, es decir en seguir adelante a pesar de la constatación de las limitaciones y miserias propias y ajenas. Para ello será necesaria la frecuencia de los sacramentos (Confesión y Eucaristía) y la oración.
Y frente a los peligros Externos, ese “sé lo que eres” implica promover, difundir y defender el sentido originario y auténtico de la familia según plan de Dios.
Promover: mediante el testimonio y el ejemplo de la propia vida. Recordando siempre aquellos sabios dichos: “Fray Ejemplo es el mejor predicador”; y “nadie da lo que no tiene”. En la misma medida en que alguien practica el bien, hace patente el valor de ese bien.
Difundir: mediante la enseñanza y el compartir de aquello que se tiene en el corazón y que se vive. Es un repetir en la propia vida aquellas palabras de los Apóstoles: “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hechos 4, 20); y “¡Ay de mí si no evangelizara!” (1 Cor 9,16).
Defender: mediante la creación de organizaciones o grupos de ciudadanos que ejerzan presión social, económica y política para frenar los descaminos y abusos de parte de los entes gubernamentales y/o grupos de poder.
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